Las poblaciones están envejeciendo rápidamente en el mundo desarrollado, pero los países emergentes no son inmunes a este fenómeno y, con el tiempo, el envejecimiento se convertirá en un problema de alcance verdaderamente mundial, según desvela Fidelity en un reciente informe. El estudio indica que las previsiones demográficas de la ONU señalan que el aumento de la población de más edad responde no sólo al envejecimiento de la generación del baby boom, sino también al hecho de que las personas viven más que en décadas anteriores; así, se prevé que el número de personas centenarias se triplique en todo el mundo de aquí a 2030. Esto tendrá importantes consecuencias, sobre todo para la salud y la riqueza personal, y creará oportunidades atractivas para los inversores que basan sus decisiones en el análisis.
Además, indica que la mayor longevidad es una gran noticia para las empresas de atención sanitaria y otros productos y servicios de consumo que gustan a las personas más mayores, pero la tendencia es cada vez más problemática para los planes de pensiones de prestación definida, los proveedores de rentas vitalicias y los Gobiernos. Así, los recién ingresados al mercado laboral en EEUU y Europa en 2010 previsiblemente tendrán jubilaciones el doble de largas que los que comenzaron a trabajar en 1980. Cada año adicional de longevidad media mundial aumenta la factura de las pensiones entre un 3% y un 4% (el equivalente a 1 billón de dólares), según el FMI.
Dicho de otro modo, si una persona de 70 años de edad que previsiblemente morirá a los 86 años ve aumentada su longevidad solo un año, hasta los 87, entonces un plan de prestación definida tendría que asumir un incremento del 4% en sus obligaciones de pago. El informe también recuerda que algunos de los mayores mercados de pensiones del mundo continúan estando dominados por los planes de prestación definida (Canadá, Japón, Reino Unido y Países Bajos).
Pero no solo las pensiones preocupan a Fidelity: Las personas de más de 65 años representan casi el 35% del gasto sanitario total en el mundo desarrollado, pero existen grandes disparidades entre países. El gasto sanitario es más alto en países ricos como EEUU, donde ha supuesto el 18% del PIB entre 2009 y 2013. Alrededor de tres cuartas partes de esta cantidad se gastó en las personas de más de 60 años. La ampliación del programa Medicaid que recoge la Affordable Healthcare Act estadounidense también ha aumentado la demanda a través de un mayor acceso a los productos y servicios sanitarios. El gasto en salud y farmacia ha crecido en términos reales en prácticamente todos los países de la OCDE durante la última década, y la tendencia debería mantenerse a medida que los tratamientos vayan siendo cada vez más específicos y personalizados.