Las declaraciones de Miguel Blesa, ex -presidente de Caja Madrid, ante el juez Fernando Andreu de la Audiencia Nacional que investiga la comercialización de participaciones preferentes, dan motivos para una seria reflexión. Sobre todo esta respuesta al fiscal: “Un cliente minorista o un jubilado que cobra su pensión no tienen por qué seres ignorantes financieros. Ellos eran responsables de lo que firmaban, de lo que leían o no leían, porque en el folleto y en el tríptico estaba toda la información”.
La cuestión es si influye la edad, la condición laboral u otro tipo de característica del potencial inversor en su ignorancia financiera. Está claro que hay jubilados con una notable experiencia y formación financiera, mientras que otros no han conocido en sus vidas más experiencias financieras que su cartilla de la caja. Por tanto, decir que un producto complejo no debe comercializarse entre pensionistas de alta cultura financiera no tiene sentido. Pero ¿eran los 82.000 clientes que contrataron preferentes en Caja Madrid inversores con la cultura financiera necesaria para entender un producto perpetuo como las preferentes? La realidad es que no lo eran.
No hay que descargar la responsabilidad de la comercialización de productos complejos en las circunstancias de edad o de otro tipo del cliente, ya que los comercializadores deben ser completamente responsables de que están realizando un asesoramiento suficiente y veraz sobre los productos que venden, tal y como exige la Ley. A la hora de comercializar productos complejos, no debería hablarse de colectivos como “los jubilados”, porque cada uno tiene sus características. A todo debe ofrecerse un asesoramiento financiero correcto que determine si cada uno de los clientes son adecuados al producto que se está vendiendo, sin etiquetas ni generalizaciones.